Érase un día de invierno. Sergio.
Érase una vez un día de invierno en un pueblo de Zaragoza. Estaban a 10 bajo cero, el termómetro estaba a punto de explotar. Los coches tenían mucho hielo y las plantas algo de rosada. La gente iba con bufandas, abrigos, pantalones y gorros de piel para no coger la gripe. En las casas había muy buena temperatura, todas las personas tenían la calefacción bien puesta para no pasar frío. Esa noche de nevó mucho. Al día siguiente los más pequeños del pueblo jugaron con la nieve en medio de un fuerte niebla. La gente no podía sacar los coches de los garajes ni las motos.
Los más pequeños sacaban los trineos de sus casas las madres les miraban como jugaban y los padres se quedaban viendo el fútbol en sus casas. Ese día los chavales terminaron cansados, por la noche rezaron para que nevara más al otro día. Por la mañana se despertaron y se había derretido la nieve, los chicos salieron a jugar a fútbol, los coches y las motos ya podían circular y ahora los trineos ya no podían salir de casa.
Sergio. (CP. Salvador Minguijón. Calatayud)
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